contra las cuerdas

Man Of The Summer

“No puedo quedarme en mi casa porque no tengo plata para el alquiler. Tampoco puedo pagarle nada a mis hijos. Cuando Damon (Albarn) me quería dar las regalías por el tema que hice con Gorillaz le dije: Quedátelo, total me lo van a sacar. Que se jodan. No tiene sentido”.

Shaun Ryder, febrero de 2007.

Supongo que el hotel La Pedrera habrá conocido mejores épocas… como Shaun Ryder.
El techo de la pileta cubierta tiene algunas notorias goteras y además escuché una charla entre ¿los conserjes? ¿gente de mantenimiento? sobre por qué el agua no estaba lo suficientemente transparente. En una de las esquinas hay lo que parece haber sido una barra de bar, pero detrás de la pared ahora solamente están los enseres para limpiar las piletas. De cualquier manera, yo adoro esta ambientación kitsch de las piletas cubiertas, rodeadas de animales de cemento que largan chorros de agua, desniveles, escaleritas y plantas en el medio. Es como el escenario de esas películas de fines de los 70 y principios de los 80, donde en cualquier momento pueden aparecer las chicas en bikini, los tragos, la cocaína, el sexo grupal y la música disco. A mí me encantan esas grasadas… Pero acá el ambiente es familiar, así que no pasa nada, y afuera la lluvia ya formó una especie de bruma sobre el mar, un paisaje extraño donde no se distingue la línea del horizonte, y unas horas después se dibujó un arco iris, que se veía más extraño todavía desde el casco vidriado de la pileta.
Estaba en esa contemplación cuando me di cuenta de que no había llevado mi chuflito del MP3 para seguir descansando otro rato. Así que empecé a hurgar en la mochila de un amigo que se había quedado dormido para usar su IPod. Después de pasear por unos discos de Big Star (pensando en que Alex Chilton me deprime cada vez más) llegué por la mágica “B” a Black Grape… y más abajo figuraban los Happy Mondays… “Qué error. No podés traer estos discos”, pensé mirando a mi amigo dormido. “No podés porque van a eclipsar a todos los demás… y no importa cuáles sean los otros… Se cagaron mis planes de escuchar discos nuevos que había traído, cosas sobre las que quería escribir”, seguía hablando para mis adentros, mientras subía y subía el volumen de “Reverend Black Grape”, “In The Name Of The Father”, “Tramazi Party”, “Submarine”… Los colores del arco iris se veían cada vez más claros y brillantes.

Recuerdo un día de verano en el que toda mi familia se había ido a la isla (las islas del Paraná). No sé qué pretexto puse pero preferí quedarme escuchando a Black Grape encerrada, a la hora de la siesta, con el brillo del sol que llegaba desde el vidrio esmerilado de la puerta del living. Y me quedé ahí bailando sin parar y murmurando sola las letras de “A Big Day In The North” o “Little Bob”. Esa es mi versión más definitiva y perfecta del verano. Ya no importa a qué playa vaya, ni si el sol sale o no, si hace frío o calor. Siempre será verano mientras suene ese disco. Quién sabe qué “número del verano del amor” habrá sido el del 95, pero seguro fue el mejor de todos. Salieron tantos discos buenos ese año que el regreso de un personaje vencido como Shaun Ryder con un grupo como Black Grape y ese semejante CD debut parecía una especie de regalo que nadie se merecía.
Años después, en un diario, inventé una columna insignificante llamada “discos del verano” solamente para escribir sobre “It’s Great When You’re Straight Yeah”, mientras los demás periodistas miraban de reojo un compacto que en la tapa tenía una foto maquillada del terrorista Carlos “El Chacal”. Ahí proponía proclamar a Shaun Ryder como “hombre del verano”, como un tipo que debía salir en la tapa de la revista “Gente” en alguna playa del Caribe y rodeado de chicas. En cambio, en el booklet del colorinche compacto, los Black Grape aparecían en fotos en blanco y negro, con una facha de presos recién salidos de la cárcel, y abrigados como en pleno invierno… La foto solitaria de Ryder directamente metía miedo: agachado y agarrado al cuello de una botella, con un perfil anguloso y angustiado.

+++

Con la música de Black Grape y los Mondays Shaun Ryder creó el verano eterno desde un país donde el verano no existe. Conozco a una pareja de argentinos que viven en Londres y que el año pasado se fueron a pasar (con un gran esfuerzo económico) su semana de vacaciones a las playas de Brighton. Bueno, no vieron el puto sol en toda la semana. Igual supongo que eso no es nada comparado con Manchester. Solamente prueben buscar algunas fotitos de Salford, en el Greater Manchester, donde nacieron los hermanos Ryder. Y eso que se puede decir que es bastante pintoresco por la costanera que bordea el canal, con el río Irwell. Yo no llegué hasta ahí, porque con el camino hasta Trafford, para conocer el estadio del United, me sobró. Trafford está enfrente de Salford, y desde ahí también se puede ver el canal. Era un típico día gris, con una llovizna gruesa y persistente. Tal vez la luz del sol cambie las cosas, pero no creo. Aunque conozco pocos lugares, podría afirmar que ése es definitivamente chato y feo. Si no fuera por la gentileza y el entusiasmo de la gente (el tipo de limpieza que me abrió el estadio un día de semana y se tomó la molestia de mostrarme todas las instalaciones) ningún viaje hasta ahí valdría la pena. Entonces (1997) me intrigaba (y todavía me intriga) qué clase de relación esquizo mantiene Shaun Ryder con su ciudad. Por un lado es un símbolo de localía e insiste con vivir ahí. Por otra parte su música y su estética (por no hablar de la evasión cuasi suicida de las drogas duras) insinúan que la necesidad de escape es tremenda.
Sea como fuera, los Mondays fueron mi llave de entrada a Manchester, y por eso a principios de los 90 debo haber escuchado en un par de años parte del rock más original y movilizador. Ahí empecé a retroceder hasta Joy Division y los Smiths, pasando por The Fall, A Certain Ratio, New Order, The Durutti Column… Pero el tema es que jamás me pude recuperar de la intro de “God’s Cop”. Por más perfectos y brillantes que me hayan parecido algunos discos de estos grupos, jamás ninguno logró superar en mi cabeza a “Pills 'n' Thrills and Bellyaches”. Ni siquiera los adorables Stone Roses, que iluminaron el mismo momento que los Mondays. Al principio pensaba que eran los efectos fulminantes del primer amor, pero después me di cuenta de que volvía al escaso material de Shaun Ryder con más frecuencia que a los discos de sus vecinos. Más crecía el ninguneo o la banalización de su figura, más convencida estaba de la originalidad y el valor de su música.

+++

En mis fantasías los hombres salvajes siempre fueron como Shaun Ryder, aunque lo más probable es que sea un pobre diablo que no sepa ni dónde está parado:
un adicto, un dealer, un hooligan, un tarado. Pero con un don, eso sí, un don que ni siquiera llamaría talento. Porque al talento hay que trabajarlo, pero el don está ahí: para explotarlo o desperdiciarlo a piacere. Y no hay otra cosa que se pueda hacer.
A mis novios siempre les hacía la misma broma. Les decía que si Shaun Ryder me pasaba a buscar me iba a ir con él, sin pensarlo y sin llevarme nada de acá. A los 20 años tenía un terrible metejón con el tipo. Y ahora que veo (unas 30 veces… ¡que alguien saque el puto YouTube, por favor!) el video de “Step On” me doy cuenta por qué… me encantan esos ojos tristes y desencajados, las ojeras, los mofletes, la nariz grande, la manera perezosa de moverse, la forma de tocarse el pelo, de tomar cerveza, la ropa amplia, esos pantalones… Tal vez mi idea de un galán parezca un tanto distorsionada, pero cómo no te va a parecer un galán alguien que encima después canta: “What do you want to hear when we’re making love…I could take you from behind and make you live… Why don’t you do it to me/ Why don’t you do those things to me…”.
Si ahora me lo cruzara quizás tendría el instinto de abrazarlo y tratarlo como una enfermera, pero lo más probable es que huya espantada de ese monstruo tambaleante y decadente… Y eso sería lo mejor. Lo mejor para librarme del tipo en mi cabeza para siempre. Y para convencerme, de una vez por todas, de que no existen los hombres salvajes.

+++

Sólo Dios sabrá qué merito real tenía Shaun Ryder en la música de los Happy Mondays, además de algunas líneas que jamás lo justificarán como el letrista genial que quisieron vender de él (y que él mismo vendió). En algunos shows tenía que leer las letras, no tenía la más pálida idea de lo que había escrito… Los discos de los Mondays no arrancan realmente hasta “Pills…” (por lo cual se podría decir que es una banda de un solo disco y unos cuantos singles), sobre todo por las metidas de pata con los productores: debe haber sido realmente difícil encontrar a alguien que pudiera ensamblar por un lado ese quilombo de influencias que tenía el grupo –potenciado por su propio caos interno- y por otro esos choreos (no se trataba de samples ni nada por el estilo) que daban vergüenza ajena. John Cale apenas pudo con el disco debut (todavía se debe estar preguntando qué hacía ahí) y Martin Hannett ya estaba muy deteriorado y enfermo para la época en que se grabó “Bummed” (1988). No fue casual que tuviera que llegar un DJ, alguien muy ligado a la cultura dance, para comprender cómo una banda de rock “bailable” debía sonar. La mitad del crédito de “Pills” es para Paul Oakenfold y la dupla que formaba entonces con Steve Osborne. Ellos hicieron que la música de los Mondays, que parecía venir de otro planeta, sonara en este mundo. Y aunque Oakenfold como DJ me resulta un plomo, fue uno de los primeros tipos que me hizo entender la importancia de un productor.
De la misma manera estoy convencida de que el exquisito y excitante sonido de Black Grape le debe mucho más a Danny Saber que a Ryder y sus otros reclutas. ¿Cuál es el mérito de Ryder, entonces? Personalizar la música, ponerle una voz, darle una identidad, robar con la impunidad y la seguridad de los que roban, y no con la cobardía de los que plagian. Saber que había creado a su manera errática un universo propio, creérselo y después vendérselo a los demás. No quiero pensar cuándo fue la última vez que pasó esto en la historia del rock, porque si me lo pongo a pensar en serio necesitaría tomar más drogas que Ryder para evadir la respuesta.

+++

“Cada vez que entrevistan a estas bandas nuevas como Bloc Party están hablando de su música favorita. Dicen cosas por el estilo: ‘Sí, escuché un lado B de Björk y me pareció interesante’. Algo es bueno o malo, te moviliza o no, te llega a la cabeza o no. No hay nada que pueda ser llamado ‘interesante’”.

Noel Gallagher (famous mancunian philosopher), sobre el abuso y la vacuidad del adjetivo “interesante”.

Los Happy Mondays no tuvieron herederos. Pero retazos de la belleza de su música se pueden encontrar en los Chemical Brothers, The Verve y en otra banda de Manchester cuyo nombre empieza con O. Gente del pago, limitada, sensible y honesta. Grupos masivos que no necesitaban del hypeo absurdo y desesperado de nadie para vender discos.
Cuando escuché los primeros singles de The Rapture me pareció vislumbrar una suerte de regreso del rock dancetero. Pero fue solamente un espejismo. Lo que vino después fue una calamidad: desde la vulgaridad de Kasabian hasta el último grito del invento, los Klaxons, una banda más para sumar a la pila de la mediocridad del rock inglés de los últimos años pero que los “genios” del NME ya le encontraron etiqueta, escena y movimiento: el “new rave”!!!!!!! Los periodistas y críticos se están llenando la boca con los Happy Mondays cada vez que hablan de estos tipos… Es un bochorno.
Por más que le pese a algunos, el único músico que en este último tiempo rescató a Shaun Ryder de las sombras fue Mr. Damon Albarn. Lo invitó a participar de un tema de Gorillaz que, no por casualidad, se convirtió en un hit bailable y puso la cara freak y desdentada del gordo Ryder en los rankings de videos de todo el mundo. De alguna manera me la veía venir: “Think Tank” fue claramente el disco más “norteño” de Blur y las influencias de los HM son palpables. Pero nunca pensé que el rubiecito este del sur iba a toparse con la bestialidad del norte. Lo hizo, y encima lo hizo bien.

+++

Podría vivir en medio de las montañas o las sierras. Pero no al lado del mar. Después de unas semanas el mar no es más que una línea en el horizonte y una espuma blanca que llega a la costa con un sonido tan monótono como insoportable. A la lluvia le siguieron cuatro días de sol impecables, sin una nube. Y el IPod de mi amigo terminó prácticamente secuestrado en mi bolso. Las distancias cortas de La Pedrera son engañosas, y así uno se pasa el día yendo de una playa a la otra, subiendo y bajando callecitas de barcito en barcito. Encima yo me creía invencible con el “Pills…” y el “It’s Great…” en las orejas, sentía que podía cruzar el desierto de Gobi con esos dos discos. Pero el último día me sentía mal… era una especie de resaca… quedé tumbada en la cama comiendo galletitas y diciendo cosas incoherentes…La música de Shaun Ryder y compañía está tan empapada en drogas y alcohol que después de muchas escuchas parece transmitir los mismos efectos. Solamente probé éxtasis un par de veces, pero creo que he vivido drogada por años –por transferencia- escuchando a Black Grape y los Happy Mondays.

+++

Sé que Shaun Ryder (por no hablar del flaco Bez, que ganó el Gran Hermano de las celebridades en UK) se convirtió en un simple chiste para muchos. Los críticos no lo respetan, los músicos prácticamente lo ignoran y la gente que ha escuchado mucha música -los aficionados, los profesionales, los escribientes de rock en general- a esta altura lo descartan casi por completo. Me parece injusto, falto de perspectiva y desubicado.

Sé que Ryder se transformó en una caricatura -a veces patética, otras veces enternecedora- de sí mismo. Pero reírse de “sus” escenas en “24 Hour Party People”, o de los desastres que cuenta en algunas notas, o de la infinidad de cagadas que se manda, es también parte de la música… y es parte de las drogas, de las miserias, de los negocios, del arte, del humor de Manchester, de la cultura hooligan de sus clases bajas, de su ignorancia, de su falta de formación, de sus bajezas, de sus groserías. No pretendo separar la música brillante que alguna vez hizo Ryder del resto, como disociando cierta vida pública y privada, cierta esfera que queremos escuchar y otra que no queremos mostrar ni contar. Que suene como suene y que quede como quede: todo viene en el mismo paquete, el mismo que te maravilla te asquea y el mismo que te hace feliz te saca canas verdes.

No pertenezco al club de fans de Ryder, ni lo sigo ni lo colecciono (su disco solista apenas si lo bajé de mala gana y todavía no entendí qué carajos quiso hacer). Pero me gusta saber dónde anda…Digamos más que nada que me preocupa… En una nota en “The Observer”, publicada el 25 de febrero pasado, titulada “It’s great when you’re straight” (están peor que nosotros los ingleses para los títulos) se dice que Ryder zafó de la metadona, que la reemplazó con horas de entrenamiento y gimnasio (un lugar común entre muchos ex adictos), que no tiene un mango y que no puede ver a sus hijos. El tono general de la entrevista es sombrío, muy sombrío, pero como pasa siempre con el gordo nunca llega a ser dramático ni deprimente.
Resulta que Ryder perdió un juicio con los ex managers de Black Grape (firmó un contrato sin leerlo, después dijo que estaba drogado) y les debe mucha guita. Para colmo, cuando su última novia lo dejó el año pasado, su vida se desordenó todavía más, los pagos a los acreedores cesaron y todos sus bienes fueron congelados. Si ahora gana algo de plata va a parar directamente a sus ex managers. Un quilombo. También tiene tres hijos con tres mujeres diferentes, pero ninguna se mantiene en contacto con él ni les dejan ver a los chicos. Ryder dice que se acuesta muchas noches llorando, pensando en sus hijos (las “negociaciones” con las madres no parecen muy prometedoras). También cuenta que jamás tuvo sentimientos desde los 18 años (cuando empezó su adicción a las drogas), pero que ahora eso cambió (“I feel like a ball in a pinball machine”).
La periodista lo describe como alguien “ridículamente contento” ante un “futuro incierto, por decir poco”. Shaun le muestra sus nuevos dientes (anunciados con bombos y platillos en el “sitio oficial” -¿eh?- de los Happy Mondays) y dice: “Estoy bien, soy positivo”. Además insiste en que no quiere pasar por un predicador, y que el que quiera tomar drogas y alcohol que lo haga…
Los Mondays se van a reunir para tocar en el festival de Coachella el 29 de abril. De los miembros originales sólo están Shaun, Bez y el batero. Paul Ryder no quiere saber nada. Seguramente será un papelón. Pero tocar es lo único que saben hacer. Así que les deseo toda la suerte.

+++

En unos días más el bronceado de la playa va a desaparecer. Afuera hay un sol radiante pero yo estoy acá adentro escribiendo sobre estas oscuridades, siento que me pica un poco la garganta y tuve que ponerme soquetes en los pies. Hay que cumplir con una serie de obligaciones y no puedo colgarme escuchando mil veces “God’s Cop”, “Reverend Black Grape” o “Donovan”. Aparte hay que ver cómo pasa el tiempo… Es una mierda cómo pasa el tiempo… Hoy empezó el otoño.

Del archivo

Debido a un pequeño período vacacional dejo dos textos que fueron publicados hace un tiempo en medios gráficos. El primero ("Deber de blogger") es muy escueto pero me pareció oportuno, sobre todo por estas épocas, cuando escucho muchos cuestionamientos a los blogs _al formato en sí_ cuando en realidad el formato no tiene ninguna importancia, lo esencial estaría en los contenidos. También sería un anticipo de algunos aspectos de la crítica y la prensa que me gustaría tratar en un próximo posteo.

Deber de blogger

Hace dos (tres) años, cuando empecé a escribir en un blog, no tenía la más mínima idea de lo que estaba haciendo. Otra persona me dijo: “Deberías tener un blog”. Bueno, está bien –pensé- total a los dos días lo puedo cerrar con un clic y listo. Esto no es el bardo interminable de armar una revista en papel, de renegar con gente que va a llegar tarde a las reuniones de producción solamente para tomar mate, de pasar horas frente a una pantalla con un diseñador gráfico que nunca te va a mostrar el diseño que uno quiere, de esperar por presupuestos de imprenta que por una razón u otra siempre se terminan inflando y, lo peor de estos casos, finalmente editar la revista con todo el entusiasmo para que a los tres meses la mitad del staff de vaya a vivir a Barcelona o algo así. No, un blog es una experiencia diferente para un periodista… o por lo menos debería serlo.
En principio la tentación es poder escribir en un blog todo lo que está negado, proscripto, censurado o autocensurado en los medios masivos. Pero con el pasar de los meses eso empieza a tener gusto a poco. Claro que el blog es la mayoría de las veces “el último refugio” para un periodista, pero es mucho más interesante cuando se vuelve un lugar de cambio, de expansión, de escribir textos que uno jamás se imaginó que escribiría (en ningún lado) o de comunicación con periodistas y escribientes de otras galaxias a los que nunca se hubiera arribado de otra manera. Ni siquiera debería ser un lugar “alternativo”. Debería convertirse en un espacio de ruptura, de afirmación en el ensayo. A veces, muy ocasionalmente, pasa. Pueden ser seis posteos, dos, uno. No importa. A veces pasa.
Cuando se dan estos fogonazos, los blogs reciclan el más puro concepto del Nuevo Periodismo norteamericano de los 50 y 60, alguna vez revolucionario pero sin dogmas, y que hoy se hunde en el papel como un barco desvencijado, al lado de un millón de gacetillas, fórmulas de redacción y más publicidades. A veces, como aquel viejo Nuevo Periodismo, los blogs son el mejor síntoma –el único, casi- de la crisis que hace tiempo carcome a los formatos periodísticos tradicionales: desde la noticia y la crónica hasta la entrevista y la opinión, pasando por la investigación y lo que en algún tiempo se llamó “reportaje” (crónica novelada, entrevista narrada). Los blogs son imprescindibles y básicos para el trillado deseo de “libertad de expresión”, pero se vuelven mucho más interesantes cuando desempolvan el reprimido deseo de la “libertad de estilo”.
Lástima que los blogs (y sus bloggers) suelen estar viciados de muchos de los códigos de los medios masivos (tiempos de cierre autoimpuestos, persecución de cúantos comentarios dejan los supuestos lectores o cantidad de visitas). Eso es inevitable. Pero si estas “prácticas” se convierten en obsesivas, el blogger está literalmente perdido. ¿Para qué generar un espacio nuevo y aparentemente propio (nadie “tiene” un blog, de hecho. Los blogs pertenecen a blogger.com o cualquier empresa de ese tipo) si vamos a arrastrar las viejas cargas de los otros? La respuesta a esa pregunta es uno de los mayores desafíos para los bloggers en el futuro.

El futuro

Jamás recuerdo las tramas ni los nombres de los personajes de las películas, pero por distintos motivos (seguro muy conflictivos y culposos) nunca me pude olvidar de una frase que escuché en la película “Shine” (1996), donde Geoffrey Rush hace del torturado pianista australiano David Helfgott. En una escena oscura, creo que al comienzo de la película, un padre manipulador y de lo más hijo de puta le dice a su hijo pianista: “No podés dejar la música, la música es lo único que nunca te va a fallar”. Nunca te va a fallar… la música… lo único… En su momento me pareció una afirmación terriblemente cruel, enfermiza. Pero lo que me espantó, lo en realidad que me dolió, es cuanto tiene de verdad, así desnuda y solitaria, esa afirmación.
En el otro extremo, hace poco le escuché decir a un músico amigo que “la música no significa nada”, y un periodista escribió en una encuesta de fin de año: “Yo ya no espero nada de la música, por eso no me decepciona”. Con suerte, y con algo de fe también, tal vez el futuro de la música esté en algún punto entre esos dos extremos.
Ya no tiene sentido pensar el futuro (de la música o de cualquier cosa) como un lejano punto de llegada, o de ver quién adivina primero a dónde vamos a llegar. Ojalá fuera así. Pero solamente pienso en el rock, y en esa teoría, y me ataca la risa. Ni me quiero acordar de las tapas de revistas anunciando el “futuro del rock” con las caras de los Fugees, de Beck, de los Vines (bueno, esa era la peor, indiscutiblemente). Y tampoco de todos los “futuros” que en realidad eran los pasados más remotos… Eso, claro, hasta que la elástica etiqueta del “retro” vino a blanquearlo y simplificarlo todo. Ahora estamos tan hasta las pelotas con el “retro del retro del retro” que ya parece que el rock se quedó sin tiempo presente… y del futuro ni hablar.
Quizás, si el marketing futurístico de la música electrónica hubiese funcionado, estaríamos pensando muy distinto. Pero resulta que no. Los que andaban pregonando la electrónica y el tecno (con todo lo que hay en el medio y más allá) como una salida urgente y revolucionaria hacia un “futuro” lejos de viejas y corruptas estructuras, bueno… ya se inventaron un montón de excusas para explicar que esto no era taaaan así. Quién sabe, a lo mejor lo tomamos muy literalmente, y, casi sin darnos cuenta, la casa se nos fue llenando de humo y de bolas de espejos, de DJs que no son otra cosa que RRPPs que se hacen famosos pasando los vinilos de los hermanos mayores, de gente fascinada por los avances tecnológicos que terminó comprando viejos sintetizadores de los años 70 para componer dos o tres temas bailables pedorros, y de otros que abandonaron la computadora por una guitarreta criolla porque… porque al final lo único que querían era hacer “canciones”. Si alguien fuese “la electrónica”, si la electrónica pudiese corporizarse, los debería mandar a todos a la mierda (o al futuro).
Las formas de oír, escuchar, comprar, conseguir, intercambiar, archivar y experimentar la música cambiaron muchísimo en la última década, y es seguro que van a cambiar cada vez con más rapidez en los próximos años. A algunos esto les da cierto vértigo, a otros les divierte, a otros les parece que el futuro de la música se mira en ese solo sentido. Me encantaría pensarlo de esa manera, así nosotros estaríamos tan poco involucrados… Pero tengo una imagen que no es tan light, una imagen aterradora. Es la imagen del padre de David Helfgott diciendo “la música es lo único que no te va a fallar”. Es la imagen de que la música somos nosotros cuando la estamos escuchando. Por eso no me queda otra que pensar que la música todavía significa mucho, y por eso espero mucho de la música, porque no podemos decepcionarnos. Eso sí, ojalá que no sea lo único que no nos falle.