contra las cuerdas

Raíces

“Yo aprendí a convertir lo malo en bueno… ¿Qué te parece ese truco?”

Hunter S. Thompson (1993).

A veces uno vuelve desesperado a las fuentes. Supongo que en los momentos de crisis. Por lo menos no podría explicar de otra manera que dos semanas atrás yo haya agarrado sin pensarlo un libro de Hunter S. Thompson que tenía ahí abandonado, y mucho menos que lo haya leído en cinco días, cuando la verdad es que no pude completar la lectura de un solo libro en todo el año pasado. Mi relación con la literatura es conflictiva y bastante escasa, por lo que jamás me atrevería a recomendar un libro. Pero sí podría recomendar a un periodista. Hunter S. Thompson es un periodista (como lo fueron o lo son Tom Wolfe, Jimmy Breslin, Rex Reed, Terry Southern, Joe Eszterhas, David Black, Robert Palmer, Howard Kohn y tantos otros). Que por ser distintos todo el mundo (bué, “todo el mundo…”) se haya empeñado en llamarlos “escritores” no es mi culpa.
“Días de ron” (Emecé, 2000) es el libro de un periodista. Se supone que se trata de una novela que HST escribió a los 22 años, en 1959, basada ligeramente en sus andanzas en Puerto Rico, y que permaneció inédita desde entonces. Yo estoy convencida de que la “novela” se escribió después, con los imborrables recuerdos de Thompson sobre su iniciática estadía en el Caribe, y eso de los “22 años” es otra de las tantas macanas del viejo. Who knows.
Acá HST aparece otra vez en su propia piel, bajo el nombre de Paul Kemp.
Kemp es un periodista de 30 años que viene huyendo, consciente de su propia huída, de su propio fracaso, de su cansancio, de sus pequeños entusiasmos que se esfuman enseguida. Kemp sabe lo que quiere, pero también ve cómo está engrampado en un diario enfermo para ganar algo de plata, cómo sus trabajos “extras” no son más que “encargos” para arruinar las cosas más de lo que están, cómo se siente mucho más viejo de lo que es, cómo está rodeado por personajes de mierda que no puede evitar ni a palos, cómo todo se va al carajo y él ahí… bueno… un periodista.
Especialista en retratar finales y decadencias, HST acá habla del final en el comienzo mismo. Kemp es HST antes de que el viejo se diera cuenta de que podía ser el doctor Hunter S. por un tiempo, de que le podían pagar por hacer algo “malo”, como él decía, de que podía convertir lo “malo en bueno”, todo mientras a él le diera el cuero y lo dejaran, obviamente. Kemp es un periodista, un buen periodista, pero otro puto periodista. Un periodista en busca de la pesadilla del doctor Hunter S...
Podría decir que “Días de ron” es el libro que todo periodista de 30 años debería leer. Pero no puedo recomendar libros. Entonces diría que ese Paul Kemp de HST es el periodista que todo periodista de 30 años debería leer. Con la sana advertencia de que leído en estos días de calor tórrido, el mismo clima que ahoga al libro entero, puede ser una experiencia traumática y bastante peligrosa.

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Este blog nació hace un año y un par de meses, apresurada y descuidadamente. Un amigo venía insistiendo con el asunto pero yo lo dilataba porque creía que debía tener toda la estructura de una revista, con secciones y cosas por el estilo. Al final un día él se puso a crearlo en la máquina, como si fuese un juego, y yo estaba convencida de que era una joda. Me apuró para que le dijera un nombre, pero yo no tenía nada pensado. Lo primero que se me ocurrió fue “Contra las cuerdas”, el nombre de una columna fija semanal que yo escribía en un diario allá por el 99. La columna duró apenas unos meses. Supongo que me pagaban para escribir sobre lo bueno que era algún disco de Divididos, de Charly García o de Spinetta, y no para criticar a los músicos o hablar de rockeros decadentes y desconocidos. Who knows… Nunca se sabe lo que quieren de uno… Aparte era todo una farsa. Una de las tantas gotas que rebalsó el vaso fue cuando escribí una columna sobre HST, a propósito del estreno de “Pánico y locura en Las Vegas”. Lo único que hice fue limitarme a transcribir un texto que figura en el libro “The Proud Highway”, una carta que HST le mandó en 1963 a Philip Graham, editor del Washington Post.

“Leí con interés y asombro tus comentarios en el artículo del Nacional Observer, y lo encontré mucho más jugoso que una nota que apareció recientemente en el Times. Creo que te anotaste algunos puntos con términos como “pucheros fríos y refritos”, “un diario sin periodistas”, y toda esa clase de cosas. Con tu vasto, influyente y engreído staff, te apuesto una botella de Old Crow que, en los últimos ocho meses, no igualaste mi producción en palabras, y mucho menos en historias importantes. Y eso que yo sólo soy un mocoso sin experiencia y mal pago.
Estoy empezando a pensar que sos un farsante, Graham. Contrataste a Walter Lippmann, y su debut -eso que escribió sobre Kennedy-, fue la columna más fría que leí en mucho tiempo. Si contrataras al Marqués de Sade, seguramente terminaría siendo un blandito. Tal vez deberías aflojarte la corbata y revisar tus propios refritos, porque, dólar por dólar, no tienen ningún gusto, y vos sos lo suficientemente viejo, experimentado y bien pago como para no tener ninguna excusa en absoluto.
Cordialmente. Hunter S. Thompson”.


Nadie me lo dijo, obviamente, pero era evidente que la “cartita” no cayó nada bien en el diario. Y no precisamente por esa parte que habla de un “vasto, influyente y engreído staff”...

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Parece que se va a hacer una película basada en “Días de ron”, otra vez con la dupla Johnny Depp-Benicio del Toro. Parece que también van a trabajar Nick Nolte y Naomi Watts. Todo muy lindo, sí. Tal vez dentro de algunos años la den en el BACIFI y yo esté ahí, a las siete de la mañana, haciendo cola en el Cosmos para sacar una entrada, mientras veo cómo los tipos y chicas que se pelean por una entrada no tienen la más mínima idea de quién es Hunter Thompson (y lo más probable es que tampoco conozcan a Johnny Depp).
Es así. Queda la cáscara. Algunas películas, documentales, un poco de mito por acá, otro poco de caricatura por allá. No es difícil darse cuenta de que la mayoría de los periodistas no conoce a HST, y mucho menos a los del Nuevo Periodismo. Esos tipos no formaban parte de nada, de ninguna institución ni corriente ideológica, y así sus nombres quedaron afuera de la estupidez regulada de las Universidades, que enseñan lingüística a alumnos que no pueden redactar ni un mísero párrafo y que le tienen terror a cualquier cosa con tufillo a “libre”. Los periodistas los desconocen y los “entendidos en literatura” los han ninguneado, cuestionado y olvidado. Algunos me dicen que esos tipos fueron “productos de una época”, que ya fue, que para qué rescatarlos, y hasta que “fueron unos chantas que hicieron sus propios negocios”. Cuánto me alegro de que hayan hecho sus propios negocios. El caso más emblemático es el de Joe Eszterhas. La verdad es que, para estar muriéndose de un cáncer en Hollywood, en medio del más absoluto desprestigio, es mucho mejor que esté forrado en dólares por haber escrito unos guiones horribles a que esté tirado en un hotel de Los Angeles sin un mango.
¿Alguien puede estar preocupado por esto -digo- por el olvido de estos tipos? Naaahhh. Por favor. Y menos con la cantidad de maravillosos periodistas de surgen todos los días (¿?), o con la cantidad de maravillosos escritores que surgen todos los días (¿?). A mí, sinceramente, no me preocupa. ¿Qué me puede preocupar? Cada día hay una persona más en la lista de muertos del recital.
El tema es que, cada tantos años, cuando me cruzo con algo que escribieron estos tipos, como ahora me crucé con “Días de ron”, no puedo dejar de preguntarme: ¿Dónde está lo que ellos sembraron?, ¿dónde está esa semejante cosecha? Porque yo no puedo verla por ningún lado. Es más, ni siquiera puedo ver dónde, cuándo y cómo retrocedió la ola, ese tsunami silencioso que no salió en los diarios y que nos dejó en este maldito desierto de computadoras y teléfonos celulares, con tanto miedo, tanta dificultad para decir.
La única esperanza es que, en algún lado, seguro, quedaron las raíces. Al menos están escritas: libros, libritos, páginas de revistas, recortes. Espero que las raíces sean fuertes. Si es así ya van a crecer. Y alguien, en un momento distinto, y por diferentes motivos, también va a volver a decir: Yo convertí lo malo en bueno. Qué te parece ese truco…